El proceso que cruza el
análisis del mundo de hoy, se llama globalización, y constituye una creciente
gravitación de los procesos económicos, sociales y culturales de carácter
mundial, sobre aquellos de carácter nacional o regional.
Los países de la región han
tenido que ceñir sus estrategias de desarrollo, a las exigencias que impone una
economía de mercado globalizado.
Que impone nuevas fuentes
de inestabilidad, tanto comercial como financiera, y serios riesgos de exclusión
para aquellos países y sectores sociales no adecuadamente preparados para las
fuertes demandas de competitividad propias del mundo de hoy.
Muchos de estos riesgos
están asociados a dos características preocupantes de la globalización
incompleta de nuestros mercados, que junto a la movilidad de los capitales, de
los bienes y servicios, además, coexiste con fuertes restricciones a la libre
movilidad de mano de obra.
Asimismo, el crecimiento
económico y el aumento de la productividad han sido frustrantes durante la
última década. Por lo que la región ha debido enfrentar situaciones de inequidad
social y empobrecimiento creciente que se rehusan a desaparecer.
En este escenario, las
urgencias del entorno sociopolítico caracterizado por el fenómeno de la
globalización de la economía, las relaciones sociales, políticas, culturales y
simbólicas también se han transformado.
Los propósitos de la
política por tanto, han desarrollado una idea del desarrollo con apellidos,
humano, sostenible, equitativo, etc. Que con sutiles distinciones, reclaman la
urgencia de un enfoque que trascienda el cálculo macroeconómico.
Los actores de la política
también, comienzan a redefinirse, en el marco de la globalización, adquiriendo
nuevos perfiles, ante el debilitamiento del tejido social que los ampara.
La noción de globalización
aludida corresponde a la enunciada por Przeworski, (1995) que plantea, "patrón
de procesos de modernización vía internalización
( y/o globalización) se
refieren al estímulo de la democracia liberal, la cultura orientada al consumo y
el capitalismo".
Que por tratarse de un
proceso esencialmente competitivo, contribuye a fortalecer las disparidades
regionales, sectoriales y sociales dentro y entre los estados nacionales.
Consecuentemente, el
proceso de globalización induce cambios socialmente conflictivos y ello genera
voluntad de transformación tanto como de resistencia social.
De hecho los fenómenos de
globalización que ocurren en nuestros países latinoamericanos conducen a
percibir nuevas formas de vulnerabilidad. Dada la naturaleza de los cambios:
- transformación del mercado del trabajo, repliegue en la acción del Estado, nuevas formas de acceso a los servicios públicos, deterioro de la estructura tradicional del tejido social, de mercantilización de los servicios públicos, privatización de las empresas y servicios del Estado, dificultades en la pequeña y mediana empresa.
Son expresiones de
vulnerabilidad que afectan a personas, familias y comunidades que están siendo
afectadas por los actuales procesos de cambio que generan un creciente
sentimiento de inseguridad, indefensión y riesgo que afecta la mayoría de la
población latinoamericana. (CEPAL, 2000)
La vulnerabilidad social,
pareciera ser un rasgo característico de la sociedad a comienzos del siglo XXI,
dada la precariedad de los empleos, con mayores porcentajes de empleo no
permanente, sin contrato y sin seguridad social.
Ya que la falta de éste o
su mala calidad es el vínculo más claro entre vulnerabilidad y pobreza, debido a
que los ingresos del trabajo son la principal fuente para la subsistencia de los
hogares en los estratos medios y bajos.
La precariedad del empleo
se incrementó durante la última década, junto con la proporción de ocupados en
los sectores informales o de baja productividad.
El aumento de la
flexibilidad de los mercados de trabajo profundizó la inestabilidad laboral que
significó, además una disminución en el acceso a seguridad social. Los
desplazados se debaten entre el desempleo abierto o la inserción en sectores de
baja productividad.
Otro factor asociado a una
mayor vulnerabilidad social se encuentra en el terreno de las prestaciones de
servicios sociales, especialmente en educación, salud, y previsión, pese al
aumento del gasto social en los 90. La focalización de las políticas sociales,
ha implicado que muchos hogares hayan tenido que pagar directamente el costo de
dichos servicios, además de enfrentar la crisis ocupacional y la caída de sus
ingresos.
En este contexto aumenta la
sensación de inseguridad, así como el debilitamiento de las formas tradicionales
de organización y participación social, alterando los hábitos colectivos a favor
de un comportamiento cada vez más individualista y atomizado.
Donde las personas
enfrentan su participación en el mercado cada vez más aisladas, con menores
grados de protección y en consecuencia con mayor grado de vulnerabilidad de
amplias capas de la población que dificulta la superación de la
pobreza.
Siendo éstos últimos, los
grupos mayormente afectados por los actuales procesos de cambio, y cuyas
situaciones de vida resultan cada vez más vulnerables. Como lo demuestran los
indicadores sociales relacionados con la distribución del ingreso y la riqueza,
que dejan en evidencia, la enorme desigualdad social de grandes sectores de la
población latinoamericana.
Estamos hablando de casi un
promedio de 36% de población en A. L. bajo la línea de la pobreza, sólo en el
área urbana y bien sabemos que la intensidad y magnitud se acrecienta en las
zonas rurales. (FLACSO, 2000)
Los indicadores de pobreza
y empleo se presentan con variaciones más bien regresivas durante la década de
los noventa. En la medida que las limitaciones económicas se acentúan se tiende
a observar también, situaciones de exclusión social.
La pobreza con sus
manifestaciones de bajos ingresos y de carencias en la satisfacción de
necesidades, constituye la forma extrema de exclusión de personas y familias de
los procesos productivos, de la integración social y del acceso a las
oportunidades. Es una de las consecuencias más perversas de un modelo de
desarrollo cuyos frutos se distribuyen de manera inequitativa. (Arriagada,
1997)
El nuevo modelo de
desarrollo concebido como la única alternativa posible de ajuste de las
economías latinoamericanas al modelo internacional globalizado, impone un rol
del Estado restringido, en cuanto acción y destinación de gasto social que trae
consigo drásticas repercusiones en los estratos más pobres de la población.
En el plano del diseño de
las políticas sociales recientes, dichos mecanismos de acceso de oportunidades,
persiguen más bien corregir una desigual distribución de ingresos, buscando
equilibrar las excluyentes condiciones socioeconómicas en que funciona el modelo
económico neoliberal.
Asimismo, ha buscado
enfrentar aspectos contradictorios de justicia social, paliando ciertos efectos
de la cuestión social generados por el mismo sistema implementado por el Estado,
que busca su inserción en el nuevo modelo internacional globalizado que se
sustenta como única alternativa de desarrollo posible.
La política social en su
naturaleza se aprecia contradictoria, ya que aspira, hacia una situación de
bienestar colectivo, eliminando diferencias sociales entre los diversos grupos
humanos, así como, paliar y atenuar los efectos indeseables de un estilo de
desarrollo desigual. Además, actúa como mecanismo reproductor de dominio y poder
del Estado, interesado en lograr como objetivo último cohesión
social.
El planteamiento clásico de
políticas sociales, tiene como ente rector, la figura del Estado, como encargado
de su diseño y aplicación, en un entorno como en el que vivimos, de
globalización. Una política social focalizada, fuertemente vinculadas no solo a
las necesidad y requerimientos de una población en particular, sino que también
a la situación contextual, en su forma de articulación con otros Estado
nacionales de la región, la coyuntura internacional, las condiciones políticas
imperantes y los niveles de organización, participación y movilización social
alcanzados por su población. (Evangelista, 1997)
La fuerza del contexto
sobre los estados latinoamericanos, ha implicado una pérdida sostenida de
independencia y autonomía, donde el contexto de globalización ha impuesto pautas
que dan sentido a políticas sociales, de ajuste
supra-estatal,
unilaterales, selectivas, residuales, regresivas y asistencialistas.
(Evangelista, 1997)
Y que desde una perspectiva
marcadamente individualista, se encuentran diseñada para los individuos en
función de problemas individuales, cuando la realidad social nos confronta
cotidianamente, con la necesidad de integración de políticas económicas y
sociales, capaces de ampliar del foco de manera de considerar al individuo en un
contexto familiar y a la familia en su contexto social.
Por cuanto, es justamente
el grupo social que asume el peso mayor de los cambios sociales, económicos,
culturales y políticos. Al ocupar una difícil posición intermedia entre los
individuos y la sociedad, debiendo cumplir con sus políticas, transmitiendo sus
valores y normas, además de responder a los requerimientos de los sujetos que la
integran.
Dada esta ubicación de la
familia, prácticamente todo tipo de decisión del Estado, tendrá efectos en la
vida familiar, de manera implícita el resultado de una norma política, o
proyecto social tendrá algún nivel de impacto familiar.
Es así como el plano de lo
económico por ej., a través del mercado laboral, nivel de ingresos, seguridad
social, sistema de precios, bienes que se producen y consumen, revisten una
importancia vital para la vida familiar. Ya sea como unidad productiva y/o
unidad de consumo en la estructura económica de la sociedad.
Lo dicho anteriormente,
influye más determinantemente aún, según sea el nivel de estratificación social
del grupo familiar, si bien todas comparten la naturaleza de los vínculos que
las unen, el ciclo vital de desarrollo y los problemas inherentes a cada etapa
de formación familiar, los procesos vividos y las experiencias de vida son
cualitativamente diferentes en una familia de clase media, de nivel superior a
una ubicada bajo la línea de la pobreza.
Efectivamente, los cambios
económicos, sociales, políticos, culturales y simbólicos no afectan de igual
forma a todas las familias, definitivamente, las familias pobres son las que
presentan un mayor grado de vulnerabilidad, sin embargo no son las únicas que
requieren soportes de apoyo.
Si bien el aumento de la
pobreza ha desarrollado un conjunto de programas sociales, destinados a paliar
sus efectos, han sido implementadas en función de los individuos y no de las
familias como un todo. Ya que el contexto de vida familiar como un espacio vital
en la existencia de las personas, ha sido ignorada y no suficientemente
considerada por los planificadores.
Una mirada ecosistémica que
permitiera "ver" la relación del individuo en función del contexto de familia al
cual pertenece, así como a ésta como parte de una comunidad más amplia, en el
barrio, la comuna, la ciudad, inserta en ámbitos interconectados de salud,
educación, trabajo, arte, es decir, en una compleja red de interacciones, que
conectadas entre sí construyen la realidad social y colectiva.
A partir de lo anterior es
necesario reconocer la estructura y dinámica interna de los subsistemas
familiares y sus procesos básicos, así como sus relaciones con el suprasistema
de sociedad y las condicionantes que la afectan, especialmente con los sistemas
económico, político, educacional, de salud, etc.
Desde un enfoque familiar,
la política social puede llegar a construir mecanismos mediante el cual, la
familia pueda desempeñar sus funciones y a tareas, pudiendo responder con
mayores soportes a las demandas y exigencias del medio que le rodea y del cual
forma un todo integrado.
Una política social
enfocada hacia la familia debe considerar factores cualitativos de índole
sociocultural, de manera de revelar la importancia de la familia en el contexto
de la planificación social. A fin de contribuir con un enfoque integrador de
políticas sociales basadas en la equidad como principio rector.
Se hace necesaria una
reorientación de los patrones de desarrollo de la región en torno a un eje
principal de equidad, es decir, la reducción de la desigualdad social en sus
múltiples manifestaciones. Es la vara fundamental para medir la calidad del
desarrollo. Con un sino más integrador en términos sociales y sostenible en
términos ambientales.
La búsqueda de mayor
equidad requiere que la sociedad desarrolle sistemas de protección y promoción
de las oportunidades y de la calidad de vida en aquellos aspectos que las
propias sociedades consideran de valor social, y que permiten que todos los
ciudadanos sean partícipes de los beneficios y actores del desarrollo.
Buscar y estimular,
promover y ejecutar la plena participación, el fortalecimiento, el protagonismo,
la comunicación la capacidad innovadora y creativa de la sociedad civil en un
espectro de trabajo interdisciplinario, se pueden vislumbrar respuestas a
situaciones sociales agudas con las que cotidianamente convivimos en a.l cúmulo
de problemáticas que envuelven al complejo y contradictorio mundo de comienzo de
siglo en que vivimos.
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